No suelo hablar de mí, porque me parece más divertido contar las historias de personajes fictios que llegan a mi imaginación, aunque, por supuesto, muchas de esas historias quizá, en algún punto del planeta, ocurran. Algunas lectoras me preguntan de dónde saco las emociones de los personajes o cómo consigo que se transmitan, porque ellas las pueden sentir como si fueran propias. La respuesta siempre es la misma: todos llegamos a sentir esas sensaciones en algún punto de nuestras vidas, no solamente cuando hay una relación romántica de por medio. Lo cual es muy cierto. Sin embargo, así como los que contamos historias podemos marcar una diferencia en las horas de lectura de otras personas, en nuestras realidades (confusas casi siempre, jajaja) existen personas que hacen una diferencia para nosotros.

Hace algunos años, una persona me rompió el corazón y me habría gustado darle una bofetada por idiota, pero ya saben, el glamour. Él trabajaba para un grupo que se encargaba de la seguridad de áreas especiales en Estados Unidos. En otro momento les cuento el cuento, pero el asunto es que la relación se terminó y no en las mejores condiciones. Me quedé en la ciudad, en la que no conocía a nadie más que a él, e intenté hacer lo mejor que pude para pasar el trago amargo. Me entretuve yendo a sitios con mucha naturaleza, lagos, montañas, shopping, etc. El exterior no cambia tu interior, sino viceversa (esa es lección para otra entrada), así que tras varios días deambulando por esa ciudad (aunque sin el temor de encontrármelo, porque él trabajaba lejos del centro) entré en un Macy´s a comprar un labial.

La persona del counter, una chica de más o menos mi edad, me preguntó qué me pasaba porque me veía una expresión afligida. Como yo llevaba días enteros guardándome esa sensación de decepción y tristeza, le conté. Mientras me escuchaba, atentamente, llegaron un par de clientas a la caja para pagar, pero la chica no les prestó atención y las instó a ir a la siguiente (no nos fijemos en el tema de la atención al cliente, por favor, sino tan solo en la historia) y me dedicó los minutos de tiempo que necesitaba. Una extraña se convirtió en la curita que me había hecho falta todo ese tiempo. Como era nativa de ese pueblo (imagínense una ciudad como la de Girlmore Girls) me aconsejó y me explicó cómo funcionaban las cosas (que era eminentemente de bases militares. PD: el idiota del que les hablé trabajababa en esa área militar). Al final me ofreció una frase que todavía queda conmigo: «Quiérete lo suficiente para que, cuando vuelvas a conocer a alguien su cariño sea importante, pero no defina tu bienestar emocional».

Después, cuando sentí que mi tiempo en esa ciudad se agotó, llegó uno de mis ángeles de la vida: un gran amigo de años. Me envió una boya salvavidas al invitarme a quedarme con él y su pareja el tiempo que quisiera en otro Estado de Estados Unidos hasta que me sintiera lista para continuar mi periplo viajero por donde deseara. Ese viaje me sirvió para sanar, aprender y continuar rodeada de personas que me quieren, recorrer otras latitudes y ser más fuerte. Sí, el corazón roto es un período fatal, pero todo pasa y cuando te repones, entonces la vida vuelve a cobrar un nuevo sentido. ¿Lo más importante? Tú eres la encargada de darle ese giro diferente.

Todas las personas que pasan por nuestras vidas nos dejan una enseñanza, y por eso yo agradezco las vivencias amargas y aquellas alegres. Yo aprendí algo valioso sobre mí misma: poseo la capacidad de superar situaciones dolorosas o tristes con entereza y rapidez. Además, validé la certeza de que los amigos de verdad, por lo general, siempre están en las situaciones caóticas más que en las situaciones felices, porque en el caos es cuando hay que tender la mano. Este post lo escribí, porque recordé la experiencia en ese counter de Macy´s, porque, aunque la persona que me escuchó y me aconsejó jamás lo sepa, marcó una diferencia en ese viaje y me ayudó a ver mi vida en otra perspectiva.

He perdido muchos amigos, porque nunca lo fueron. He ganado lectoras, porque con ellas jamás se pierde.

He ganado experiencia, y la he plasmado en mis libros de forma sutil, poco a poco, en situaciones y personajes.

He aprendido a vivir en el presente (y es un trabajo diario), porque el pasado ya no existe, y el futuro es incierto. Solo tengo «hoy».

Quiero seguir escribiendo hasta que sea posible, pero si deja de serlo, entonces siempre encontraré otra manera de llegar al corazón de las personas a través de lo mejor que sé hacer: comunicar, entretener, sanar, explicar y crear lazos entre comunidades con las palabras.

¡Gracias por leerme!

Besos,

Kristel.