¡Hey! Voy a tratar de estar más activa en el blog. Este es un espacio para referirme a temas diversos, no solo de mis libros, aunque, de vez encubando, puedan encontrar sobre mi trabajo literario por aquí.
¿Han tenido un buen inicio de año? El mío ha sido muy reflexivo y con fuertes influencias de aquellos eventos del pasado que continúan marcando, doliendo o moldeando mi carácter. Nunca dejamos de crecer, incluso cuando creemos que hemos logrado conquistar un tema específico, este tiene la habilidad de regresar con más fuerza para hacernos comprender aquel aprendizaje que se nos pasó. La vida no perdona el tiempo ni el espacio, porque, en verdad, el tiempo -al menos-, es tan solo una invención humana. ¿Voy a teorizar al respecto? No, no. Solo era un comentario, pues el conteo temporal solo nos sirve a los humanos para «ubicarnos» en un entorno informe y querer comprenderlo. ¿Se imaginan si un grupo de personas específicas dijeran que el tiempo no existe y se acaban los calendarios y horarios? Mmm.
Hace muchos años, cuando tenía unos doce años de edad más o menos, al ver las máquinas de escribir (seeee, no había ordenadores popularizados como ahora) me apetecía sentarme y utilizar una, llenar una página en blanco. El detalle era que no entendía el porqué ni sabía que rayos querría una niña de mi edad plasmar. Sin embargo, tuvieron que pasar incontables situaciones para saber que quería escribir historias. ¿Sobre qué? Eso también fue un misterio que permaneció como una interrogante.
Me gradué de periodista y mis objetivos personales empezaron a concretarse. Quería tener una oficina, rodearme de personas ejecutivas y escribir. Sí, otra vez el asunto de la escritura. Conseguí un empleo en un periódico y pude contar algunas historias de vida de diferentes ámbitos sociales y culturales, pero al poco tiempo me llegó una mejor oferta de trabajo que no tenía que ver con el periodismo, sino con la comunicación corporativa. ¿Qué hice? Pues era joven, arriesgada y no tenía nada qué perder. Renuncié al periódico y fui a trabajar a la corporación. En este puesto, lo que seguí haciendo fue contar historias. Ya no eran relatos de personas o aspectos cotidianos, sino aquellos vinculados a lo que se realizaba en términos institucionales: logros, metas, objetivos, convenios, premiaciones, etc. ¿Aburrido? Tal vez.
La constante en estos dos trabajos siempre fue la misma: estaba escribiendo algo. No obstante, sentía un vacío, porque escribía sobre temas que no me llenaban, que no me causaban emoción y mi aspiración profesional seguía en la línea de tener una oficina (no un cubículo), trabajar con ejecutivos (que siguieran la misma línea de comunicación organizacional-corporativa como yo, mas no que estuviesen mezcladas varias especialidades en un solo sitio), pero no lo conseguía. No me sentía a gusto.
Después encontré un empleo en una oficina bonita, para mí sola, en un entorno empresarial de prestigio social y reputación organizacional, rodeada de personas con las que podía compartir mis puntos de vista y ser comprendida, pero a estas alturas, ya me rebelaba a que el cosquilleo en mis dedos para escribir continuara al servicio de información que no me provocaba emoción. Así que renuncié, lo dejé todo. No diría que salí ganando, porque los primeros años como escritora fueron complicados (lo siguen siendo, pero el primer pistoletazo es el que más cuesta para abrir un nicho y darte a conocer -aún sigo sintiendo que nadie me conoces, pero eso es para otro post-), aunque aprendí a nadar en un mar embravecido, con oleajes, pero que también tenían un islote cada tanto y podía descansar, disfrutar, para luego regresar al ruedo (sigue siendo así, pero los islotes de descanso son cada vez más distantes).
Finalmente, he entendido que en verdad cumplí mis metas: una oficina bonita (remota), herramientas de trabajo eficiente (mi laptop, mis esferográficas y diarios especiales junto a los post-its), un entorno profesional a gusto (lo voy cambiando según me vaya moviendo de un país a otro, así como las cafetería que elija para escribir, yo los elijo) y ya sé muy bien a qué respondía ese cosquilleo en mis dedos desde mis doce años: escribir prosa. Escribir novelas. En mi caso, claro, romántica, pero pudo (todavía puede suceder) ser otro género literario. Entendí que los sueños se materializan con esfuerzo, pero suelen ocurrir de la forma más inesperada y no del modo en que lo había concebido en mi cabeza.
La vida me ha dado lo que siempre quise, pero en la forma que le dio la gana de entregármelo, en sus tiempos, a su modo y yo ¿qué he hecho hasta entenderlo de verdad? Pues pasar como ciega, quejándome, sin embargo, he comprendido que vivo la materialización de mis sueños como estaba destinada para mí y no como mi ego quería que fuese. Es una lección de humildad, crecimiento, pero también esperanza para aquellos que siguen atrapados en la soberbia de querer guiar la vida cuando, en verdad, es mejor tener claro lo que se desea, luchar por ello, permitiendo que la vida se encargue de dejar las piezas que considera necesarias para concretar los anhelos del alma o el corazón. ¿Las metas de la cuenta bancaria? Seguro, eso también, porque de sueños no se vive, sino de los resultados que estos generen.
Ahora, aún me quejo (somos humanos), pero procuro reemplazar la inconformidad con agradecimiento. Siento que agradecer al universo, incluso el dolor o las frustraciones, libera el camino hacia el objetivo final: aceptar lo que tenemos, perseguir lo que deseamos y entender que todo llega por merecimiento en el tiempo y lugar que debe ser. Todo llega en las dosis precisas para cada cual. Nadie recibe lo mismo que otro y, por eso, compararse duele tanto. ¿Para qué compararte cuando se puede ser la mejor versión de uno mismo, en lugar de tratar de ser la mejor versión de otra persona? (En especial que es imposible ser «otro», porque no naciste en ese «otro» cuerpo, ni realidad). ¿Se entiende?
Este no es un texto filosófico, sino reflexivo de aspectos de mi vida que, como escritora (quizá para aquellos que no lo son) pueden resonar en otros.
Un abrazo remoto desde mi sitio elegido para trabajar.
Kristel.-
Hola me encantan tus escritos
¡Gracias! Un abrazo para ti, Diana.
Me encanta tu libros los tengo todos cada uno son fenomenal 🙂 un abrazo grande