Un tema que siempre se debate desde el punto de vista de la idoneidad. Editoriales vs Auto-publicación. Y por ser un asunto tan debatido (como qué fue primero, si el huevo o la gallina) he optado por otro enfoque distinto, y se trata de los requisitos editoriales. No porque vaya a analizarlos uno a uno (qué pereza), sino porque, casualmente parecen anuncios laborales que, al final, inducen al autor a «lanzar la toalla».

Primero, las especificaciones de cómo debe llegar el manuscrito impreso a las oficinas de la editorial y/o para los concursos literarios. ¿Se han puesto a pensar que muchos autores no están fisicamente en el país de residencia fiscal de la editorial? ¿No? Bueno, pues es un punto a tomar en cuenta. Existen voces maravillosas de autores que no tienen visibilidad porque el envío de un manuscrito impreso tiene un costo alto, en especial desde América del Sur.

Segundo. No aceptan manuscritos que no estén respaldados por un agente (esto en Estados Unidos). Ningún autor indie tiene la capacidad de contratar un agente, por algo está empezando su carrera literaria. Ya se parecen a esas empresas que piden estudiantes de 22 años con experiencia laboral mínima de tres años en el campo de especialización para el que están aplicando en ese puesto. ¿Qué le pasa a la coherencia humana estos días? ¡Qué pereza!

Tercero. Quieren novelas originales (válido), pero se demoran hasta diez meses en dar una respuesta, positiva o negativa. ¿Qué hace un autor con un manuscrito pendiente de aprobación por tanto tiempo? Porque en estas instancias no es que se puede hacer algo productivo con él. Se pierde dinero (porque podría rentabilizarlo auto-publicándose), y también el escritor se debe preparar para su llegada al gastroenterólogo (la espera causa gastritis angustiosa, ya saben, médico también soy).

Cuarto. Los requisitos para recibir un nuevo manuscrito son INTERMINABLES. Casi parece que estuvieras aplicando a un formato de residencia en algún país angloparlante.

Seguro dirán, pero, Kristel, tú tienes contratos editoriales. ¿Qué hiciste? Pues ya que preguntan, les cuento. Para que sepan nada más mi nivel de comunicación.

a) Me encargué de buscar editoriales que tuvieran una sección de novela romántica. Este punto puede parecerles obvio, pero créanme, no lo es. He leído casos de escritores que pretenden enviar una novela negra a una editorial que solo publica romántica. ¿De quién es el error? Pues ya lo van deduciendo…

b) Antes de renunciar a mi trabajo esperé a que la editorial con la que yo quería publicar, me respondiese. Ya sé, no todos tienen ese contexto, pero creo que es justo que les cuente mi experiencia, porque la de cada escritor es diferente. Y cuando hice el envío de mi manuscrito, ya tenía otros publicados en una plataforma gratuita.

c) Yo soy mi propia relacionista pública. Sí, ya sé que dirán, «claro tienes una maestría en esa rama de especialidad, nosotros, no». Y yo para todo tengo respuesta (Almanaque, ¿qué es eso? Jaja). Es cuestión de lógica y coherencia. Me refiero a que primero tienen que hacer una lista de toooodas las editoriales con las que quisieran trabajar. Después la lista de editores en cada una de esas compañías. Luego un estudio de qué línea narrativa o tipo de voces literarias manejan en sus catálogos, y si se ajustan a ustedes. Finalmente, ustedes deben hacer una carta de presentación online (no es una declaración de amor, así que sean breves que la gente no tiene tiempo) para cada una de esas editoriales que creen que pudieran interesarse por su trabajo. Hacer un seguimiento es importante (cada seis semanas en el caso de que la respuesta no llegue pronto; tampoco sean intensos, porque así como ustedes hay otras decenas de autores que consideran su manuscrito una pieza digna de publicación). Ya vamos captando la idea, ¿cierto?

d) No sé en qué cabeza (en algunas, ya sé) creen que los escritores no tienen que estar «presentables» ante el público. En serio. ¿Se imaginan comprando libros románticos que dicen ser escritos por La Chimoltrufia? Yo, la verdad que no.

La imagen pública del escritor (y no tienen que usar Gucci ni Ferragamo, no se me pongan exquisitos) consiste en regalarse un poquito de cariño, peinarse, un toque leve de maquillaje (ya sabemos que escribimos hasta las tantas de la madrugada, pero a nadie le gusta ver ojeras ajenas), y usar prendas de ropa acordes con la profesión (si la profesión es payaso-escritor, entonces se vale modelar ropa en el estilo «chistoso», pero no conozco payaso alguno que escriba novela romántica, así que, ¿cómo detallarles la experiencia?). Ustedes ya van sumergiéndose en el meollo de la idea, lo sé. Así que, señores, sed sencillos, pero presentables. El 50% del escritor es su imagen pública, cómo lo perciben los lectores; el otro 50% es su trabajo y todas las aristas que representa (calidad, pulcritud, originalidad, blablablá). Si quieren discutir los porcentajes mencionados anteriormente, yo creo que se consiguen mejor un economista, porque yo solo escribo por experiencia propia (ya saben, consejos gratis de relaciones públicas; no se quejen diciendo que no se los he dado). Y lo más importante de todo (contratos editoriales o no), por favor, SEAN AUTÉNTICOS CON SUS LECTORES. Así con mayúsculas. La autenticidad no solo genera empatía, sino también la misma sinceridad de parte de sus lectores cuando quieran una opinión honesta sobre sus escritos. La sinceridad genera sinceridad. No se comparen con otros escritores, porque los procesos de cada uno, así como los bagajes culturales, emocionales, sociales, etc., son abismalmente diferentes.

e) Cuando envié mi primera novela a una editorial, no solo tenía un manuscrito listo, sino dos. Si uno tardaba en recibir respuesta de publicación (o no), pues yo tenía un plan de contingencia. ¿Traducción de este punto en particular? No apostar todo a una sola editorial. Hay que tratar de variar, y saber que cada editor busca algo distinto dentro del mismo género literario.

f) Todo este proceso sigue la habitual fórmula: oportunidad+suerte+talento. Si encuentran la intersección perfecta de esos elementos en un mismo punto, el resto fluye. Nada es blanco y negro en el mundo de la publicación, pero eso no les da derecho a presentar un manuscrito mamarracho, y salir en sus fotografías como un personaje de El Señor de los Anillos (para ilustrar y evitar confusiones, no me refiero a Arwen, así que no quieran pasarse de listos).

En conclusión, la idea de contratar un agente me resulta ridícula, así como los requisitos de formato de envío de manuscritos. ¡Qué estrés! Ustedes pueden hacer sus propias gestiones, crear sus oportunidades. Sean diplomáticos, coherentes y educados. Recuerden que los editores no tienen por qué creer que sus manuscritos son geniales por el solo hecho de que ustedes, los escritores, así lo consideren. Estudien las líneas narrativas, y también recuerden que siempre habrá rechazos antes de que alguien les dé la oportunidad a sus personajes de ver la «luz» (no, no me pongo filosófica, tranquilos). Sí, sé que muchas editoriales «grandes» buscan tratar con un agente, y es parte de sus políticas (incoherentes, pero suyas al fin y al cabo). Bien por ellas.

En un mundo literario en el que abundan las opciones de poner tu manuscrito en la palestra pública,  ser el dueño de tus decisiones (precio, distribución, portada, etc), entonces, ¿por qué cerrarnos a otras posibilidades? Podemos ser autores híbridos, y es también súper entretenido. Se los aseguro.

¡Los leo!

Y ya saben que pueden leer mis novelas románticas en las principales plataformas de venta: Amazon, Apple, Kobo, Tolino, Scribd, etc.

Xoxo,

Kristel.